DOS PAPAS SANTOS, DOS SANTOS MARIANOS
Palabras del prelado del
Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, ante las canonizaciones de Juan XXIII y Juan
Pablo II. "Allí donde florece la santidad -dice-, las crisis no tienen la
última palabra".
Dos Papas santos, dos
santos marianosJuan Pablo II y Juan XXIII. Opus Dei -
La canonización de Juan
XXIII y Juan Pablo II es un gran acontecimiento eclesial y un signo de
esperanza para el mundo, porque allí donde florece la santidad, las crisis no
tienen la última palabra.
Cuando hay santidad
existe un fundamento sólido sobre el que construir el futuro. En el
cristianismo, y de modo particular en los santos, encontramos respuestas a los
problemas más profundos del hombre y de la sociedad, que tienen con frecuencia
su origen en un alejamiento de Dios.
JUAN XXIII, EN SU VISITA AL SANTUARIO DE LORETO.
Juan XXIII, en su visita al Santuario
de Loreto.
Es motivo de gratitud a
Dios observar que, durante las últimas décadas (en las que se ha hablado tanto
de “crisis” económicas, culturales, políticas, sociales, religiosas) la Iglesia haya sido
conducida por la santidad, es decir, por personas santas: dos de los tres
pontífices ya fallecidos (Juan XXIII y Juan Pablo II) serán canonizados este
domingo, y el proceso para la beatificación del tercero de ellos (Pablo VI) se
encuentra muy avanzado.
Juan XXIII es, sobre
todo, el Papa que convocó el Concilio Vaticano II. Como sucesor de Pedro
condujo la Iglesia ,
con mano firme y paterna, a esa experiencia extraordinaria de fe y de
renovación personal y colectiva que ha sido, y es, ese acontecimiento eclesial:
se trataba de hablar al corazón del hombre de nuestra época, como subrayó la Constitución Gaudium
et Spes. El Papa Roncalli ayudó a colocar la vocación a la santidad en la raíz
misma de la condición cristiana. Podemos acudir hoy a su intercesión para rogar
al Señor que cale a fondo en la conciencia de toda mujer y de todo hombre
cristiano esta verdad proclamada por el Vaticano II: que la santidad está al
alcance de los cristianos, y que no es meta para unos pocos privilegiados.
Para la humanidad, Juan
XXIII es también el Papa de la paz, porque en un momento histórico delicadísimo
no dudó – siguiendo el ejemplo de sus predecesores – en poner los medios
oportunos para evitar la guerra, implicando su autoridad moral y religiosa en
la elaboración de una doctrina universal, sobre los presupuestos de la paz y
sobre la dignidad del ser humano.
Juan Pablo II era un
sacerdote enamorado de Dios y de los hombres, creados a imagen de Dios en
Cristo. Movido por la caridad, convocó a toda la Iglesia a la “nueva
evangelización”, remarcando a su vez el papel que corresponde a los laicos en
esta tarea de hacer presente a Dios en la vida de las personas y de los
pueblos. Durante los años de su pontificado hemos profundizado con luces nuevas
en la bondad y la misericordia de Dios. Sus palabras, sus gestos, sus escritos,
su entrega personal —en la salud y en la enfermedad— han sido instrumentos de
los que se ha servido el Espíritu Santo, para acercar a muchísimas personas a
la fuente de la gracia, y para que millares de jóvenes respondieran
afirmativamente a la llamada de Cristo al sacerdocio, a la vida religiosa, al
matrimonio y al celibato apostólico laical.
JUAN PABLO II ANTE LA VIRGEN DE FÁTIMA
Juan Pablo II ante la Virgen de Fátima
El Papa polaco nos llevó
del segundo al tercer milenio, dejando un imponente legado sobre la dignidad de
la persona humana, sobre el valor de la vida y de la familia, el servicio a los
pobres y a los necesitados, la promoción de los derechos de los trabajadores,
el amor humano y la dignidad de la mujer, y sobre tantos otros aspectos que
resultan cruciales en la promoción de una existencia digna. Sus escritos y su
predicación conforman un conjunto de enseñanzas con enorme potencialidad de
futuro. Estoy convencido de que su mensaje social y humano – que surge de una
profunda respuesta espiritual a Dios – se agigantará con el paso del tiempo.
La canonización de estos
dos grandes pastores sucede a las puertas del mes de mayo, mes de María. Es
este un rasgo que acomuna a los dos nuevos santos: su amor tierno y profundo
por la Virgen. Juan
XXIII recurría frecuentemente a la “maternidad universal” de la Virgen , “la Madre común, cabeza de todos
los hombres, hermanos todos en el mismo Cristo primogénito” (12-X-1961). En
Juan Pablo II, la conciencia de la cercanía y de la intercesión de nuestra
Madre, representaba un polo de atracción permanente en su propio caminar
espiritual y humano, e invitaba a los demás a descubrir la “dimensión mariana”
de los discípulos de Cristo. La filiación a la Santísima Virgen
— decía – es “un don que Cristo mismo hace personalmente a cada hombre” (cfr.
Redemptoris Mater, n. 45).
En poco tiempo nos
acostumbraremos a referirnos a estos dos pastores como san Juan XXIII y san
Juan Pablo II. Al canonizarlos, el Papa Francisco, vicario de Cristo, nos está
ayudando a ver que, para Dios, Angelo Roncalli y Karol Wojtyla son, sobre todo,
dos personas santas, factor fundamental en la vida de cada hombre, de cada
mujer. San Juan XXIII y san Juan Pablo II fueron dos sacerdotes de gran
cordialidad, de amor encendido a Dios y a todas las criaturas humanas. Santos
de una pieza, unidos por un tierno amor a María, Madre de Dios y Madre nuestra.
+Javier Echevarría
Prelado del Opus Dei
DETRAS DE CADA TRAMITE HAY UNA NECESIDAD O UN DOLOR, UN DERECHO Y TODA DEMORA OCASIONA UN PERJUICIO
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