/Oficina
de Prensa/Declaración ante la situación
creada por el conflicto policial
DECLARACIÓN "FELICES
LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ "
1. Como pastores del pueblo de Dios -del que provenimos y al que queremos servir- nos dirigimos a todos los miembros de
2.
Son numerosas las formas de violencia que la sociedad padece a diario. Muchos
viven con miedo al entrar o salir de casa, o temen dejarla sola, o están intranquilos
esperando el regreso de los hijos de estudiar o trabajar. Los hechos delictivos
no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad. Una
violencia cada vez más feroz y despiadada provoca lesiones graves y llega en
muchos casos al homicidio. Es evidente la incidencia de la droga en algunas
conductas violentas y en el descontrol de los que delinquen, en quienes se
percibe escasa y casi nula valoración de la vida propia y ajena. La reiteración
de estas situaciones alimenta en la población el enojo y la indignación, que de
ninguna manera justifican respuestas de venganza o de la mal llamada “justicia
por mano propia”. La creciente ola de delitos ha ganado espacio en los diversos
medios de comunicación, que no siempre informan con objetividad y respeto a la
privacidad y al dolor. Con frecuencia en nuestro país se promueve una
dialéctica que alienta las divisiones y la agresividad.
3. No
se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales. Ellos
sufren de manera particular la violencia y son víctimas de robos y asesinatos,
aunque no aparezcan de modo destacado en las noticias. Conviene ampliar la
mirada y reconocer que también son violencia las situaciones de exclusión
social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de
precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrasta
con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros. A estos escenarios
violentos corremos el riesgo de habituarnos sin que nos duela el sufrimiento de
los hermanos. Todo lo que atenta contra la dignidad de la vida humana es
violación al proyecto de amor de Dios: la desnutrición infantil, gente
durmiendo en la calle, hacinamiento y abuso, violencia doméstica, abandono del
sistema educativo, peleas entre “barrabravas” a veces ligadas a dirigentes
políticos y sociales, niños limpiando parabrisas de los autos, migrantes no
acogidos e, incluso, la destrucción de la naturaleza. Hemos endurecido el
corazón incorporando estas desgracias como parte de la normalidad de la vida
social, acostumbrándonos a la injusticia y relativizando el bien y el mal. Es
creciente la tendencia al individualismo y egoísmo, de los cuales despertamos
sobresaltados cuando el delito nos afecta o toca cerca. El Papa Francisco
señala que “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia...”
(Evangelii Gaudium 54).
4.
Pero no nos ayuda culpar a los demás. Para lograr una sociedad en paz cada uno
está llamado a sanar sus propias violencias. Es necesario reconocer las
diversas crisis por las que atraviesa la familia, que es la primera escuela de
paz. En ella aprendemos la buena noticia del amor humano y la alegría de
convivir. Muchos niños y adolescentes crecen solos y en la calle provocando el
debilitamiento de los vínculos sociales. Esto también repercute en la escuela.
Episodios de violencia escolar se desarrollan ante la mirada pasiva de algunos
hasta que es demasiado tarde. Muchos jóvenes ni estudian ni trabajan, quedando
expuestos a diversas formas de violencia.
5. La
corrupción, tanto pública como privada, es un verdadero “cáncer social” (EG
60), causante de injusticia y muerte. Desviar dineros que deberían destinarse
al bien del pueblo provoca ineficiencia en servicios elementales de salud,
educación, transporte. Estos delitos habitualmente prescriben o su persecución
penal es abandonada, garantizando y afianzando la impunidad. Son estafas
económicas y morales que corroen la confianza del pueblo en las instituciones
de la República ,
y sientan las bases de un estilo de vida caracterizado por la falta de respeto
a la ley. A ello se agregan mafias del crimen organizado sin freno dedicadas a
la trata de personas para la esclavitud laboral o sexual, el tráfico de drogas
y armas, los desarmaderos de autos robados, etc.
6.
Para construir una sociedad saludable es imprescindible un compromiso de todos
en el respeto de la ley. Desde las reglas más importantes establecidas en la Constitución Nacional ,
hasta las leyes de tránsito y las normas que rigen los aspectos más cotidianos
de la vida. Sólo si las leyes justas son respetadas, y quienes las violan son
sancionados, podremos reconstruir los lazos sociales dañados por el delito, la
impunidad y la falta de ejemplaridad de quienes tenemos alguna autoridad. La
obediencia a la ley es algo virtuoso y deseable, que ennoblece y dignifica a la
persona. Esto vale también para los reclamos por nuestros derechos, que deben
ser firmes pero pacíficos, sin amenazas ni restricciones injustas a los
derechos de los demás. Frente al delito, deseamos ver jueces y fiscales que
actúen con diligencia, que tengan los medios para cumplir su función, y que
gocen de la independencia, la estabilidad y la tranquilidad necesarias. La
lentitud de la Justicia
deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia. Algunos profesionales
suelen utilizar de modo inescrupuloso artilugios legales para burlar o esquivar
la justicia: también esto es inmoral.
7. La
cárcel genera en la sociedad la falsa ilusión de encerrar el mal, pero ofrece
pocos resultados. El sistema carcelario debe cumplir su función sin violar los
derechos fundamentales de todos los presos, cuidando su salud, promoviendo su
reeducación y recuperación. Nos duele y preocupa que casi la mitad de los
presos no tenga sentencia. La mayoría de ellos son jóvenes pobres y sin posibilidades
para contratar abogados que defiendan sus causas. Ningún delito justifica el
maltrato o la falta de respeto a la dignidad de los detenidos. Gracias a Dios
algunos cumplen la palabra de Jesús: “Estuve preso y me visitaron” (Mt 25,36).
8.
Nos estamos acostumbrando a la violencia verbal, a las calumnias y a la
mentira, que “socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las
relaciones sociales” (Catecismo de la Iglesia Católica ,
2486). Urge en la Argentina
recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones. Sin ese paso
estamos condenados al desencuentro y a una falsa apariencia de diálogo.
9.
Estos síntomas son graves. Sin embargo, en el cuerpo de nuestra sociedad se
encuentran también los recursos para afrontar el paciente camino de la
recuperación. Todos estamos involucrados en primera persona. Destacamos, ante
todo, el profundo anhelo de paz que sigue animando el compromiso de tantos
ciudadanos. No hay aquí distinción entre creyentes y quienes no lo son. Todos
estamos llamados a la tarea de educarnos para la paz.
10.
Nosotros creemos que Dios es “fuente de toda razón y justicia” y que los peores
males brotan del propio corazón humano. El vínculo de amor con Jesús vivo cura
nuestra violencia más profunda y es el camino para avanzar en la amistad social
y en la cultura del encuentro. A esto se refiere el Papa Francisco cuando nos
invita a “cuidarnos unos a otros”. Jesús nos enseñó que “Dios hace salir el sol
sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). No hay
persona que esté fuera de su corazón. En su proyecto de amor la humanidad
entera está llamada a la plenitud. No hay una vida que valga más y otras menos:
la del niño y el adulto, varón o mujer, trabajador o empresario, rico o pobre.
Toda vida debe ser cuidada y ayudada en su desarrollo desde la concepción hasta
la muerte natural, en todas sus etapas y dimensiones. Jesús es nuestra Paz, en
él encontramos Vida y Vida abundante. A Él volvemos nuestra mirada y en Él
ponemos nuestra esperanza para renovar nuestro compromiso en favor de la vida,
la paz y la salud integral de nuestra querida Patria. Jesús nos dice: “Felices
los que trabajan por la paz…” (Mt 5,9). Muchos ya lo están haciendo. Hay
destacables iniciativas en escuelas, parroquias, clubes, talleres artísticos y
otras organizaciones de la sociedad. Los alentamos a seguir siendo instrumentos
de paz. Exhortamos particularmente a la dirigencia a desarrollar un diálogo que
genere consensos y políticas de estado para superar la situación actual.
11. La Virgen de Luján, presente
en el corazón creyente de tantos argentinos y argentinas, nos anima y acompaña
en nuestro empeño “…porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo
revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la
ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan
maltratar a otros para sentirse importantes…” (EG 288)
Los obispos argentinos
Pilar - 107 Asamblea plenaria
8 de mayo de 2014, Solemnidad de Nuestra Señora de Luján
DETRAS DE CADA TRAMITE HAY UNA NECESIDAD O UN DOLOR, UN DERECHO Y TODA DEMORA OCASIONA UN PERJUICIO
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