SAN LUCAS
EVANGELISTA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Médico y
literato, este apóstol virgen es el más accesible y rico de los evangelistas.
Según la Tradición, San Lucas pintó varios cuadros de Nuestra Señora.
San Jerónimo describe
al evangelista San Lucas, cuya fiesta conmemoramos hoy 18 de octubre: “Era
discípulo y compañero inseparable de San Pablo; nació en Antioquía, ejercía la
profesión de médico; al mismo tiempo, cultivaba las letras y llegó a ser muy
versado en lengua y literatura griega. Su gusto literario resalta en esa
preciosa Historia [Hechos de los Apóstoles] que nos dejó sobre el origen del
cristianismo, más completa en muchísimos puntos que la de los demás
evangelistas, mejor ordenada y de lectura más agradable”.
“LUCAS, EL MÉDICO QUERIDO”
En el siglo I de la Era Cristiana,
Antioquía en Siria era muy celebrada por su agradable situación, el esplendor
de sus monumentos, la riqueza de su comercio, el progreso de su civilización y,
lamentablemente, también a causa de sus costumbres paganas. Fue la primera Sede
de San Pedro antes que él se mudase a Roma, y fue en ella que, por primera vez,
los seguidores de Jesucristo recibieron el nombre de “cristianos”.
En ella nació y estudió el evangelista
Lucas, autor del tercer Evangelio (el primero es el de San Mateo, el segundo de
San Marcos y el cuarto de San Juan) y de los Hechos de los Apóstoles. Se cree
que, según costumbre de la época, después de estudiar en Antioquía, Lucas fue a
perfeccionarse en Grecia y en Egipto, pues resaltan los estudiosos que su
estilo es puro, exacto y elegante.
No parece haber sido judío de religión,
si bien que muestre un conocimiento detallado del judaísmo, de sus ritos y
ceremonias. Es más probable que haya sido un prosélito de esa religión, y que
no llegó a ser circuncidado. Pues San Pablo, en su Epístola a los Colosenses,
después de citar a “los únicos de la circuncisión”, pasa a los demás, entre los
cuales cita a “Lucas, el médico querido” (4, 10-14). Lo más probable es que
haya sido pagano, griego de estirpe, y que al conocer el cristianismo lo haya
abrazado con fervor.
En general se apunta su conversión a la
época en que San Pablo y San Bernabé predicaron en la naciente iglesia de
Antioquía (Hech. 11, 22 y ss.). Hay quien afirme que él era del número de los
setenta y dos discípulos, y que habría conocido así personalmente a Nuestro
Señor. Esta hipótesis tiene en su contra la afirmación del propio San Lucas, de
que escribió su Evangelio con los hechos que nos “han transmitido los que desde
el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra” (1, 2). Es
decir, en base a testigos que vieron los hechos que narra.
“EVANGELIO DE NUESTRA SEÑORA”
Entre esos testigos pudo consultar a
San Pedro y a los demás Apóstoles y discípulos, a las santas mujeres, y existe
la hipótesis probable que haya recibido informaciones preciosas de la propia
Madre de Dios. De ahí el hecho de haber sido el único evangelista que habla de
la Anunciación, de la visita a Santa Isabel con el excelso cántico del
Magnificat, del nacimiento del Niño Jesús en Belén, de la adoración de los
pastores, de la Circuncisión, de la Presentación en el Templo y de la
purificación de María Santísima, y de la pérdida y el encuentro del Niño Jesús
entre los Doctores de la Ley. Por lo que su Evangelio mereció ser llamado por
algunos de Evangelio de Nuestra Señora. En efecto, “entre esos informantes,
sobre todo en los primeros capítulos de su Evangelio, se puede oír también la
suave voz de la propia Madre de Jesús”.2
San Lucas fue también llamado “el
escritor de la mansedumbre de Cristo”, porque en su Evangelio resalta mucho la
bondad misericordiosa y la paternal benignidad del Hijo de Dios, como se
expresan en sus parábolas. Lo que se nota principalmente en las de la oveja
perdida, del hijo pródigo, del buen samaritano, y sobre todo en la dolorosa
mirada de Jesús a Pedro después de sus negaciones.
Otros señalan también el importante
papel que las mujeres desempeñan en el Evangelio de San Lucas. El paganismo las
había rebajado casi al nivel de esclavas. “San Lucas recoge de la vida y
enseñanza de Jesús todo lo que puede realzar el valor y la estima que tuvo por
la mujer”.3
De hecho, según
el Apóstol San Pablo, “todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En
efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay
judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3, 26-28).
SAN LUCAS ES REPRESENTADO CON EL BUEY,
COMO EMBLEMA DE LOS SACRIFICIOS
Por otro lado, en este Evangelio de una
simplicidad encantadora, “las acciones y la doctrina del Salvador en él son
presentadas de la manera más conmovedora; cada palabra encierra misterios
ocultos, ofrece riquezas infinitas”, además de que “la dignidad con la cual nos
son presentados los misterios más sublimes, que están encima de toda expresión
y de nuestra manera de concebir las cosas creadas, esa dignidad en la cual no
se encuentra ninguna palabra pomposa, tiene alguna cosa de divino”.4
San Lucas “posee
además el sentido de la Historia, y de la Historia considerada como auxiliar de
la fe. El quiere hacer un relato «seguido y ordenado»; para ello ha
«investigado diligentemente todo desde los orígenes», y consultó a «los que
desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra»; todo a
fin de que Teófilo [a quien dirige sus libros] «conozca la solidez de las
enseñanzas que ha recibido» (cf. Lc. 1, 1-4)”.5
Muchos ven en el
Evangelio de San Lucas una influencia muy grande de San Pablo y, “siendo su
primer impulso, ciertamente su característica: la universalidad de la
salvación, sus puertas abiertas a los gentiles, la inagotable misericordia
divina, el perdón de los pecados, la oración y la perseverancia son los temas
que se revisten de más relevancia en este Evangelio, que por la suavidad de
afectos de que está impregnado y por la gracia de la expresión, es de todos el
más atrayente”.6
Según la Tradición, San Lucas es un
apóstol virgen, también era pintor, y habría pintado varios cuadros de la
Santísima Virgen, de los cuales algunos permanecen hasta hoy, e incluso de
Nuestro Señor Jesucristo.
MAESTRO Y DISCÍPULO MUY CELOSO
¿Cuándo se unió Lucas al Apóstol Pablo?
Es más probable, como lo sustenta San Ireneo, que haya sido cuando San Pablo se
embarcó para Tróade, en Macedonia, en su segundo viaje misionero, el año 51. Es
cuando los vemos juntos por primera vez. A partir de entonces, los dos
apóstoles no se separarán más, a no ser por intervalos y cuando las necesidades
de las nuevas cristiandades lo pedían. Lucas aparece siempre como celoso
discípulo y colaborador.
La dedicación de San Lucas a San Pablo
es conmovedora. Participa de sus alegrías y de sus dolores, y hasta de su
cautiverio. “El único que está conmigo es Lucas”, dice tristemente San Pablo en
la segunda epístola a Timoteo (4, 11) durante su segundo cautiverio en Roma.
Después vemos a
los dos apóstoles en Filipos. Pero, habiéndose trasladado el Apóstol a Salónica
con Silas, Lucas probablemente permaneció en Filipos para consolidar a los
cristianos en la fe recibida. Seis años más tarde, San Pablo, en su tercer
viaje, vuelve a Macedonia y se encuentra con San Lucas. Allá escribe la segunda
epístola a los Corintios, encargando a Tito de llevarla. En ella dice que Tito
tendrá como compañero “a un hermano muy célebre en todas la iglesias”. Algunos
—San Jerónimo, en particular— afirman que ese hermano era San Lucas.
San Jerónimo y San Gregorio Nacianceno
juzgan que Lucas escribió su Evangelio durante el año 53, cuando predicaba en
Acaya con el Apóstol Pablo.
Los Hechos de los
Apóstoles, los orígenes del cristianismo
De acuerdo con los intérpretes, fue
durante el segundo cautiverio de San Pablo en Roma, el año 63, que San Lucas
terminó los Hechos de los Apóstoles, como continuación de su Evangelio. En esta
narrativa llena de vida, se proponía refutar los falsos relatos que se
publicaban sobre la vida y los trabajos apostólicos de los propagadores del
cristianismo, así como dejar una historia auténtica de las maravillas que Dios
obró en la formación de su Iglesia.
En los doce primeros capítulos de esta
historia épica, narra lo que hicieron los principales Apóstoles para establecer
el cristianismo después de la ascensión de Nuestro Señor, sobre todo el
príncipe de ellos, San Pedro. En la casi totalidad de los capítulos restantes,
cuenta las acciones y milagros de San Pablo, como testigo ocular o protagonista
que fue de muchos de ellos.
RECONOCIMIENTO DE LAS RELIQUIAS DE SAN
LUCAS, EN LA BASÍLICA DE SANTA JUSTINA EN PADUA, EL 18 DE OCTUBRE DE 2000
Como él narra con muchos detalles sus
viajes marítimos, se levanta la hipótesis de que antes de ser médico haya
trabajado en algún navío.
Según San
Epifanio, después del martirio de San Pablo, San Lucas predicó en Italia, la
Galia, Dalmacia y Macedonia. Aunque algunos afirmen que sufrió el martirio, la
opinión más aceptada es la de que falleció de muerte natural a los 84 años de
edad, en Bitinia. Pero, como enfrentó muchos peligros por la fe de Cristo, es
considerado por muchos como mártir.
Sus reliquias,
que en el siglo IV se encontraban en Tebas de Beocia (Grecia), fueron
trasladadas a Constantinopla el 357,
a pedido del emperador Constancio, hijo de Constantino,
siendo depositadas en la iglesia de los Santos Apóstoles con las de San Andrés
y San Timoteo. El cardenal Baronio dice que San Gregorio Magno llevó a Roma la
cabeza de San Lucas, cuando regresó de su nunciatura en Constantinopla, y la
depositó en la iglesia del monasterio de San Andrés, que él había fundado en el
Monte Celio. Actualmente el cuerpo del Evangelista es venerado en Padua, Italia
Si se aplican a los cuatro evangelistas
las representaciones simbólicas mencionadas por el profeta Ezequiel, San Lucas
es representado por el buey, como emblema de los sacrificios, pues él es el
evangelista que más insiste en el sacerdocio de Jesucristo.
Notas.-
1. Cf. Edelvives,
El Santo de Cada Día, Editorial Luis Vives, Zaragoza, 1955, t. V, p. 483.
2. P. Matos
Soares, Introducción a Lucas, Biblia Sagrada, Ediciones Paulinas, 1980.
3. P. José
Leite S.J., Santos de Cada Día, Editorial
A. O., Braga, 1987, t. III, p. 195.
4. Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, París, 1882,
t. XII, p. 445.
5. Fray Justo
Pérez de Urbel O.S.B., Año Cristiano,
Editorial Fax, Madrid, 1945, pp. 142-143.
6. P. Matos
Soares, id., ib.
DETRAS DE CADA TRAMITE HAY UNA NECESIDAD O UN DOLOR, UN DERECHO Y TODA DEMORA OCASIONA UN PERJUICIO
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