Nº 2376 » Enero 2012
por De Vita, Pablo
En la primera edición del Festival de Cine italiano BaCi se
proyectó Il villaggio di cartone del veterano realizador Ermanno Olmi.
“Así de cerca casi
no te reconozco, Busco tus ojos pero me miras desde un tiempo lejano”.
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Hacia fines
de noviembre tuvo lugar la presentación del BACI, primer festival de cine
italiano de Buenos Aires, con notable asistencia de público en la sala Gaumont
del INCAA. Entre otras, se proyectaron las películas La Nostra vita de Daniele
Luchetti, Happy family de Gabriele Salvatores, La Passione de Carlo
Mazzacurati y L’uomo che verrà de Giorgio Diritti, junto a cortometrajes de
jóvenes realizadores.
Con
acierto, el festival incluyó como función de clausura la última película de
Ermanno Olmi, Il villaggio di cartone, que sólo unas semanas atrás tuvo su
premiere fuera de concurso en la
Mostra de Venecia.
Su cine fue
muy aplaudido en nuestro país, particularmente la exitosa El árbol de los
zuecos, considerada su obra maestra y que le valiera la Palma de Oro de Cannes.
También la traslación del cuento homónimo de Joseph Roth, La leyenda del santo
bebedor, le otorgó reconocimiento internacional y otro galardón: el León de Oro
de Venecia.
En la
última década, Olmi continuó en actividad aunque sus películas no tuvieran más
lugar en nuestras pantallas comerciales. Festivales como el de Mar del Plata y
Pantalla Pinamar permitieron conocer Il mestiere delle armi (El oficio de las
armas) y Centochiodi (Cien clavos), que reafirman su gravitación en el cine
italiano y la búsqueda de nuevas formas expresivas como la parábola sobre el
devenir de los hombres, que es su actual modelo narrativo luego del realismo,
siempre conservando una marcada inspiración cristiana.
La historia
de Il villaggio di cartone (La aldea de cartón) presenta a un anciano sacerdote
que observa impotente cómo, en virtud de la ausencia de fieles, su parroquia es
desacralizada y debe cerrar sus puertas. Se retiran todos los elementos de
culto inclusive el gran crucifijo del altar. Pero en la noche y por su cercanía
con el mar, es tomada por un numeroso grupo de inmigrantes ilegales del norte
de África en busca de refugio. El cura los encuentra dentro y prohíbe a las
fuerzas de seguridad ingresar en el templo. En la despojada iglesia los
inmigrantes utilizan los bancos para improvisadas carpas y la fuente bautismal
se resignifica al recibir las goteras del techo en esa noche de tormenta.
La vida del
sacerdote se entronca con el deber sagrado de la caridad: “Cuando la caridad es
un riesgo, es el momento de la caridad”, dirá. Y ese encuentro pareciera
permitirle conocer el verdadero significado de la vida como ofrenda a Dios.
Olmi
entrega una obra tan profunda como dolorosa y una reflexión sobre la lenta
desaparición de una forma de entender el mundo, solicitando comprender cómo y
por qué se producen estos cambios en la contemporaneidad. “O cambiamos nosotros
el curso de la historia o la historia nos cambiará a nosotros”, es la sentencia
final de Il villaggio di cartone. En buena medida, la película es el reflejo de
la crisis de un importante sector de la actual intelectualidad cristiana ante
determinadas posiciones de Roma. Por si quedaran dudas, durante su presentación
en el Festival de Venecia llamó a la
Iglesia católica a “recordar más a menudo la enseñanza de
Cristo”.
El veterano
Michael Lonsdale vuelve a colocarse la sotana luego de su brillante papel en De
dioses y hombres para componer a ese anciano de mirada cansina y lleno de
preguntas pero sin dudas acerca de la verdad simbólica de la casa de Dios. En
el elenco también se destaca Rutger Hauer como el sacristán para el cual el
imperio de la fuerza de los hombres es casi más importante que la fe. Olmi elabora
una historia no complaciente ni superficial acerca de la alteridad y los
semejantes, sumada a la reflexión teórica sobre el curso de la historia y el
necesario papel de la Iglesia
consustanciada con la solidaridad y la misericordia. Una ventana fílmica a las
dudas, a las certezas y al sentido del misterio que, lamentablemente pese a su
extraordinaria calidad, no tiene asegurado su estreno en la Argentina.
DETRAS DE CADA TRAMITE HAY UNA NECESIDAD O UN DOLOR, UN DERECHO Y TODA DEMORA OCASIONA UN PERJUICIO
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