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martes, 11 de marzo de 2014

ESPAÑA CAMBIA SU PERCEPCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA por Moreno Marrocos, Laura ·

ESPAÑA CAMBIA SU PERCEPCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA
por Moreno Marrocos, Laura · 


Los nuevos aires del pontificado del papa Francisco han sido recibidos con esperanza en la sociedad y en la Iglesia en España, especialmente en sectores dinámicos y críticos, cansados de un cierto ensimismamiento institucional.
Hace poco más de un año las conversaciones relativas a la Iglesia católica estaban teñidas por el desánimo. Se percibía descontento, apatía, que la institución estaba tocando fondo; incluso se había iniciado un goteo de apostasías. La crisis económica y social de España coincidía con la llamada “crisis de Dios” y con la crisis de la Iglesia, identificada ésta con una parte de la jerarquía.
En los últimos meses, en cambio, según los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas, la práctica religiosa católica y el reconocimiento de pertenencia se ha elevado moderadamente. El papa Francisco es citado en homilías, conferencias, clases o diálogos entre creyentes y no creyentes. En estos meses no ha disminuido el interés periodístico. Fue considerado personaje del año 2013 por los principales medios de prensa: El Mundo, ABC y El País. Las convocatorias para dar a conocer su figura o la exhortación Evangelii Gaudium han tenido inusitada repercusión.
Las opiniones sobre el actual pontífice recogidas en diversos foros podrían resumirse en frases como: “Se lo percibe cercano”; “Con sus gestos y coherencia está haciendo próximo el evangelio”; “Se entiende lo que dice; su mensaje llega a la gente, es el de Jesús”; “Ha sacudido las conciencias algo dormidas y ha mostrado las prioridades de la Iglesia”; “Nos compromete con los necesitados”; “Nos anima a soñar con otra Iglesia”; “Su modo de ser y de vivir lo hace creíble”; “Nos ha devuelto la esperanza”…
Entre los analistas se ha valorado el enfoque pastoral de la opción por los pobres que está caracterizando su pontificado, fiel a la eclesiología del Concilio Vaticano II. También ha sido bien acogida la consulta sobre temas concernientes a la familia, cuyas respuestas se incluirán en los documentos preparatorios al sínodo que ha convocado; sin embargo, se reclama su difusión en las diócesis donde parece retenida. También las medidas para dar trasparencia al IOR, conocido como banca vaticana, han tenido gran aprobación.
Para algunos teólogos españoles que han vivido durante décadas en un clima de desconfianza o cuestionamiento doctrinal, el papa Francisco es ahora su referencia más autorizada. Los consultados consideran valiente el programa expuesto en la exhortación Evangelii Gaudium, donde aparece “la reforma de la Iglesia”, el giro hacia la colegialidad y una mayor participación del pueblo de Dios, así como su firme postura frente a los actuales sistemas económicos. Alguno reconoce que la llegada de un Papa latinoamericano está obligando a la Iglesia en Europa a salir de su comodidad y eurocentrismo.
Miembros de congregaciones y órdenes religiosas se manifiestan entusiastas ante la nueva etapa, creen que han vuelto a valorarse carismas y corrientes espirituales experimentados durante siglos.
Juan María Laboa, reconocido historiador de la Iglesia, ha escrito que “Bergoglio continúa la estela que inició Juan XXIII para romper inercias históricas y dar más importancia al Evangelio en lugar de a tradiciones y costumbres anticuadas”.
Hay coincidencia en que con Francisco se da un cambio en las prioridades de la Iglesia, un giro evangélico en la manera de comprender el papado y su relación con el mundo y con las otras religiones, y que ha dado lugar al encuentro con el otro, sobre todo con el otro abandonado, marginado, “descartado”. El mismo Laboa reflexiona: “Resulta sorprendente comprobar cómo, sólo con la naturalidad y la humanidad de su comportamiento, este Papa quebró la situación y se convirtió en un Pontífice querido y cercano para católicos y miembros de diversas creencias, proponiendo un modo de actuar, de crear comunidad fraterna y de sentirse miembros de ella. Algunas veces he pensado que la clave de este cambio fue el convencimiento del Papa de que todo hombre es digno de respeto y de amor aunque permanezca en el error, es decir, aunque forme parte de otros grupos religiosos o de ninguno. De forma que, sin aspavientos ni elucubraciones, se rompió la trampa decimonónica que impedía aceptar la libertad de conciencia, movidos por el principio de que sólo la verdad tiene derechos y no el error, comprendiendo como error lo que no enseñaba la Iglesia”.
VIENTOS DE CAMBIO
Francisco ha realizado numerosas designaciones de obispos y arzobispos para cubrir diócesis vacantes y ha creado 19 cardenales. En España apenas ha nombrado dos obispos auxiliares, para las arquidiócesis de Oviedo y de Santiago de Compostela. Están pendientes de sucesión las sedes de Madrid y de Barcelona, cuyos arzobispos han superado la edad canónica, los cardenales Antonio María Rouco y Lluís Maria Martínez i Sistach. Se sabe que las consultas propias para estos casos se están haciendo desde hace meses, incluso el Papa ha realizado algunas de manera directa.
Se esperan los inminentes cambios con expectación, en particular el sucesor del cardenal Rouco, quien además de ser el primado, ha sido presidente de la Conferencia episcopal durante tres períodos y miembro de varias congregaciones pontificias. Ha manejado los hilos de la Iglesia en España durante el último cuarto de siglo con un estilo y un modelo pastoral tendiente a recuperar la incidencia católica en una sociedad cada vez más secularizada, incluso laicista en algunos sectores.
A la vitalidad de la recepción del Concilio Vaticano II, resistido en su primera hora y asumido con entusiasmo después por numerosos grupos, parroquias y comunidades en tiempos de la transición a la democracia española, han seguido casi tres décadas de un sostenido esfuerzo por recuperar la España católica, despegada ya del franquismo y con aires de modernidad pero con nostalgia del lugar que ocupaba, nada compatible con la sociedad actual plural y secularizada.
Quedarían atrás las recomendaciones aperturistas de Pablo VI a obispos como Vicente Enrique y Tarancón, Fernando Sebastián o Elías Yanes para aggiornar la Iglesia en España, significativamente vinculada al régimen de Franco.
En la década de 1970 irrumpía un gobierno socialista, se conquistaban libertades y derechos sociales hasta el momento limitados. El Estado se definía laico. Un acelerado proceso de secularización alcanzó no sólo a la sociedad sino a la Iglesia, con crisis de vocaciones y disminución de la práctica religiosa. Las corrientes teológicas postconciliares se fueron difundiendo en las facultades y centros de formación; eran frecuentes los intercambios con teólogos de América latina, muchos cercanos a la Teología de la Liberación.
En los ‘80 la situación de España era motivo de preocupación en sectores de la jerarquía y en el Vaticano. Para algunos “tanta apertura” estaba poniendo en peligro una tradición de siglos. Eran tiempos para recuperar espacios y atraer a muchos católicos que se diluían en el nuevo clima social.
A partir de esos años se apostó por garantizar la ortodoxia teológica en los centros de formación y de la pastoral en general. Se apoyó el desarrollo de medios de comunicación afines y se prodigaron actos masivos, muestras de fortaleza de un sector de la población dispuesto a impedir el avance civil en temas como el matrimonio entre personas de un mismo sexo, la ley del aborto o la ruptura del Concordato vigente. En definitiva una Iglesia con posicionamiento político, en la que conceptos como pueblo de Dios, opción por los pobres, misericordia y mística, participación, diálogo, diversidad, quedaban recluidos a grupos, parroquias, comunidades religiosas o sacerdotales, marginales o marginados de lo institucional.
Entre los protagonistas de esta etapa fue decisiva la figura del cardenal Rouco. Por eso su sucesión, tanto en la presidencia de la Conferencia episcopal que tendrá lugar en los primeros días de este mes de marzo como en la sede de Madrid, se considera el final de una etapa, deseado por buena parte de Iglesia.
Se espera por tanto no sólo un cambio de personas sino aires nuevos en línea con el vendaval que está suponiendo la llegada del Papa “del fin del mundo”. Una Iglesia que busca recrearse desde el evangelio de Jesús, presentarse ante la sociedad como quien sirve, que abandona los primeros puestos y todo tipo de poder para ponerse al lado de los excluidos de la sociedad y se hace profecía para ellos y para la naturaleza amenazada por un desarrollo autodestructivo. Entusiasma a clérigos y laicos la posibilidad de participar en la construcción del programa espiritual y pastoral propuesto por el Papa en Evangelii Gaudium.

RECLAMOS A UNA AGENDA PAPAL
Pero no todo es viento a favor en España. Los sectores conservadores más radicales le cuestionan prácticamente todo, e incluso descalifican su procedencia y su supuesta falta de preparación teológica; es curioso ya que según la ortodoxia la voz y las actuaciones del Papa merecen obediencia o al menos respeto.
Otros sectores, “de inspiración inicial en el evangelio”, como se definen los hacedores de la revista Éxodo, apoyan al papa Francisco en sus acciones de cambio, y aún le piden más, “que renuncie al estatus de jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, recuperando para la Iglesia la vulnerabilidad y debilidad con la que Jesús anunció el Reino de Dios”. Sin duda una apuesta difícil, una utopía.
Entre otras críticas destaca un hecho que ha dado que pensar: en el marco de la beatificación de 522 mártires de la guerra civil, en Tarragona, en octubre de 2013, se proyectó un videomensaje de Francisco para la ocasión. Dijo que “cuando se ama, se ama hasta el extremo. En la Cruz, Jesús ha sentido el peso de la muerte, el peso del pecado, pero se confió enteramente al Padre, y ha perdonado”. Se perdió una gran oportunidad para mostrar otro rostro de Iglesia, la que reconoce a otras víctimas de la misma guerra, que no son mártires, pero que también han muerto injustamente. En el contexto español esto hubiera sido, seguramente, un paso de gigante. Es probable que no estén todavía cerca del Papa quienes puedan asesorarlo con suficiente conocimiento y a la vez con distancia.
Se espera mucho de Francisco en España y en toda la Iglesia. Pero ante el peligro de cierta “papamanía” valen unas reflexiones del teólogo jesuita José Ignacio González Faus: “Dejemos a Francisco ser hombre. No lo mitifiquemos demasiado porque entonces caeremos en la tentación de poner en primer lugar mi propia ilusión particular y creer que la Iglesia se habrá renovado si se cumple lo que yo deseo: el teólogo condenado, que lo reivindique el Papa; el cura casado, que se suprima el celibato; la monja impaciente, que se le conceda el ministerio… Y más de dos de nosotros caer en la tentación de no saber perdonar, y disfrutar poniendo en la picota a cuantos nos maltrataron queriendo o sin querer. Mal camino”.

DETRAS DE CADA TRAMITE HAY UNA NECESIDAD O UN DOLOR, UN DERECHO Y TODA DEMORA OCASIONA UN PERJUICIO

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