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sábado, 20 de agosto de 2011

La honestidad política, un valor determinante por Prins, Arturo ·

Nº 2373 » AGOSTO 2011

La honestidad política, un valor determinante

por Prins, Arturo · 19 Comentarios

Sería razonable que nuestros políticos situaran el valor de la honestidad por encima de la astucia, valor supremo en la Argentina, según Borges.Un periodista del diario La Tribune de Genève preguntó a Borges por qué había decidido vivir sus últimos días en Suiza. Respondió que deseaba que sus restos descansaran en tierra suiza, donde la honestidad era el valor más alto de la vida, y no en suelo argentino, donde el valor supremo era la astucia.

Profundo conocedor de la identidad argentina, sus palabras hoy resuenan en nuestra memoria atraídas por la realidad política. Si la astucia es la habilidad para engañar y lograr artificiosamente un fin, sus consecuencias son graves cuando se la practica en este terreno. De allí que los actos de quienes gobiernan o aspiran a hacerlo, deben reflejar no sólo responsabilidad sino también verdad pues repercuten en toda la sociedad. Coincidimos con Borges: utilizamos con frecuencia procedimientos engañosos que por habituales pasan inadvertidos. Y si alguien los enfrenta o señala su inconveniencia puede ser considerado, en el mejor de los casos, un ingenuo.

La presidenta Cristina Kirchner, en su discurso del 9 de julio último en Tucumán, dijo que por primera vez los argentinos elegiremos a los candidatos en primarias abiertas, obligatorias y simultáneas el 14 de agosto, y exhortó a votar ese día “para que de aquí en más no elijan las burocracias”. El engaño de su exhortación consiste en que los candidatos más importantes ya fueron elegidos por la “burocracia” de la que ella formó parte. Ningún partido nominó candidaturas a través de internas democráticas o elecciones primarias. La intención del Gobierno cuando impulsó la ley de primarias fue otra, según explicamos anteriormente (CRITERIO Nº 2369, pág.11).

En una democracia normal, las elecciones primarias se diferencian de las generales. En nuestro caso, el acto del 14 de agosto tiene la característica de una primera vuelta, por su obligatoriedad (según la ley argentina) y porque generará alianzas para enfrentar en octubre a su ganador. La elección de octubre será entonces una segunda vuelta con el insólito agregado de que podría abrirse a una tercera.

Otra astucia política fue la acordada por el entonces presidente Carlos Menem y el titular de la UCR, Raúl Alfonsín, en el Pacto de Olivos (1994). Menem sugirió un sistema electoral que le permitiera fácilmente la reelección. Alfonsín suscribió la mañosa idea y la Argentina tiene así un inédito ballottage que puede consagrar presidente de la Nación en primera vuelta a quien no obtenga más del 50% de los votos. Nuestro ballottage –a diferencia de otras democracias– declara presidente a quien logra más del 45% de los votos. El artificio, incorporado a la Constitución, es un contrasentido que aún perdura.

Otro artificio son las efímeras alianzas de cada ciclo electoral. En 2009 –quizás pocos lo recuerden–, se constituyó el Acuerdo Cívico Social con Elisa Carrió, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner, hoy candidatos presidenciales enfrentados entre sí. El Peronismo Federal o disidente reunía hace unos meses a Eduardo Duhalde y a Alberto Rodríguez Saá; ahora confrontan sus aspiraciones. Francisco de Narváez, candidato a gobernador de Buenos Aires por ese mismo partido, comparte ahora el espacio político con la UCR. La ambivalencia creó una dificultad a los estrategas de su campaña: cómo atraer el voto peronista con una boleta encabezada por el sello radical, con Ricardo Alfonsín candidato a presidente.

Los ejemplos abundan y llevan a pensar que la honestidad, como valor determinante en la consideración y seriedad de un país, necesita ser tenida en cuenta, como observaba Borges en su destino final-

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