LA SINTONÍA FINA APLICADA AL PROYECTO
NACIONAL Y POPULAR: CUESTIONES AUN PENDIENTES EN LA AGENDA DE LAS POLÍTICAS
PÚBLICAS
Analista de CECREDA
Sólo es posible un modelo de
desarrollo nacional si la ganancia es el resultado del trabajo organizado y no
de la especulación financiera; si los esfuerzos institucionales son
complementados con esfuerzos personales.
Si se aplica la sintonía fina al Proyecto Nacional y Popular, Argentina
podrá tomar el sendero del progreso.
Treinta años de democracia han
pasado y no hemos sabido elegir como sociedad un camino adecuado para el
progreso. Tampoco hemos sabido como ciudadanos, asumir la responsabilidad
política de recorrerlo. Sólo hace 10 años, en 2001, comprendimos los peligros
de desconocer cuáles eran los límites del modelo neoliberal, ingenuidad que
arrojó a millones de personas hacia los niveles más denigrantes de la vida y
que envolvió al país en redes que apenas hoy comienzan a destejerse.
La necesidad imperiosa de recomponer
una desarticulada sociedad llevó a la conducción política, en el 2003, a encarar un modelo
de país hoy llamado “Nacional y Popular” que recompuso, a pesar de un bajo consenso
del arco político y a fuerza de voluntad y convicción, la dignidad de millones
de indigentes a través de fuertes políticas sociales. El tejido
social-trabajador recompuso su ingreso; la fuerzas productivas se recuperaron a
través de la defensa de la industria nacional y del fomento del consumo
interno. Por último aunque no menos importante se recompuso la capacidad del
Estado para tomar decisiones, ejecutarlas y conducir al país. Son casos
emblemáticos los de la estatización de las AFJP, la Asignación Universal por
Hijo, el programa Conectar Igualdad, las nacionalizaciones de YPF y Aerolíneas
Argentinas, entre otros.
Sin embargo, Argentina se encuentra
hoy frente a un desafío mayúsculo: la necesidad de consolidar y profundizar el
“Proyecto Nacional y Popular” que ha ido de menor a mayor pero que puede
revertirse. Aplicar la llamada “Sintonía Fina” es entonces la necesidad de
transformarlo en un “Modelo Desarrollo Nacional”, con respeto por las bases
político-económico-sociales fundamentales (distribución del ingreso e inclusión
social, defensa de la industria y del mercado interno, igualdad social y
derechos humanos) pero orientando la economía hacia el equilibrio de las
variables de empleo y educación, la capacidad productiva y tecnológica, la renta
para el Estado y la renta para el empresariado.
Los excluidos, la economía social o
informal, la economía formal y el núcleo económico liberal, representan 4
niveles desequilibrados en donde las personas y las empresas pujan permanente
por los recursos y generan tensiones de toda índole: sociales, económicas y
políticas, internas, y sujetas a voluntades extranacionales, pluralidad que el
Estado debe contener efectivamente y que, a la vez, le demanda a este un
bienestar superior. Descartando el camino de la exclusión y el modelo
neoliberal, y teniendo presente que la economía social sólo es un paso
intermedio para incluir a los sectores excluidos, el sentido común indica que
debemos revalorizar el esquema de formalidad que hasta hoy es permisivo o de
escaso cumplimiento general.
La economía formal en tanto
equilibrio interno hacia el progreso social y político, es una de las
alternativas que se vislumbran, no sin antes ejecutar correcciones en cada
nivel económico. Un modelo de desarrollo nacional contemplaría, como eje
principal y necesario, que los sectores sociales de clase baja tengan sus
necesidades cubiertas acompañados por una fuerte política social, pero con
mayor transparencia y responsabilidades por parte de los beneficiarios.
Es necesario que exista asimismo una
clase trabajadora educada bajo un modelo radicalmente diferente para estar a la
altura del próximo paso tecnológico con un esquema de ingresos previsibles y un
nivel de precios estable que le permitan proyectar su futuro y desarrollo personal;
es fundamental una burguesía nacional absolutamente formal que lidere en la
creación de empleo genuino, en la sustitución de importaciones, en la
incorporación de tecnología, innovación e investigación, como así también en la
generación de renta que la incentive a invertir equilibradamente con un esquema
de impuestos progresivos que le generen ingresos previsibles al Estado.
El
núcleo liberal también debe formalizarse y adecuar sus responsabilidades
fiscales e impositivas a valores reales, es donde el Estado debe regular más
fuertemente la actividad a fin de reducir sustancialmente los márgenes de renta
empresaria basados en actividades no productivas (rentistas, financieras,
crediticias y otras) e incentivar la inversión extranjera de forma complementaria.
Los conglomerados industriales y agrícolas deben redistribuirse en un esquema
federal acompañados por una red de infraestructura nacional de nueva
generación, primer puntapié de modelo de desarrollo nacional. En general un
esquema bancario que facilite el acceso a la vivienda, al microcrédito y al
crédito para la producción, equilibrado
con un ingreso masivo de personas y empresas al sistema formal, debería
dinamizar la economía de forma positiva y reducir las tensiones de esta etapa
actual, que posee un crecimiento continuo aunque todavía desordenado.
Por Leo Ezequiel
Bilanski
Analista de
CECREDA
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